Galletas decoradas para arquitectos
Cuando uno es médico, la gente le habla con total confianza de casi cualquier cuestión escabrosa. Mientras te sientas en la silla de un banquete de boda te cuentan el dolor de espalda, los dos legrados uterinos y los terribles espasmos antes de la operación de apéndice. Por alguna extraña razón, algunos consideran que los médicos no sienten asco, y son capaces de narrar sus más míseras miserias entre dos paradas de metro. Del médico se espera que viendo la foto de la foto de la foto de una resonancia magnética hecha en 2003 sea capaz de emitir un diagnóstico, pronóstico y tratamiento certeros. Y parece que, además, deba hacerlo gratis, porque mujer, eso te lleva dos minutos. Ése es el día a día del médico. Y ojo, no digo que no nos guste, pero lo cierto es que a veces cansa. De manera que hace unos años decidí aplicarme el cuento, y trato de no dar la lata más de la cuenta a otros profesionales. Si en una fiesta conozco a un dentista no le hablo de …