Recuerdo un día, sentados en nuestro encantador florida room, en que mi marido y yo tomábamos una copita de vino mientras echábamos cuentas viendo cómo podíamos hacer para ahorrar un poco. Cuando la botella estaba casi acabada, nos dimos cuenta de que no conocíamos Philadelphia. ¡No conocíamos Philadelphia, imperdonable! Agarramos el ordenador inmediatamente, y a las 6:30 de la mañana del día siguiente estábamos los dos, junto con nuestras preciosas hijas, camino de la vieja Philly para disfrutar el fin de semana. Lo sé: ahorrando no tenemos precio. Pero un viaje es, para mí, siempre el mejor regalo. No sé cómo me las apaño para odiar tanto los aviones y no pasar más de un mes sin subir en uno.

Cuando una amiga me dijo que quería regalar a su marido una escapadita a Londres y anunciárselo con galletas me emocioné enseguida. ¡Pero cómo me gustaría a mí ser la regalada de esa forma! Contaba con muy poco tiempo para elaborar estas galletas por lo que decidí hacerlas del modo más simple: una capa de icing claro y tres colores básicos para decorar. ¡¡Y a disfrutar Londres!!

Busqué por la red ilustraciones sencillas de los típicos tópicos londinenses y las copié en lápiz -lápiz no tóxico siempre, ojo- sobre mis galletas.

Y preparé mis colores de glasear en una consistencia espesa –icing 20 segundos, rojo, azul y negro- para que quedasen con suficiente relieve.

A partir de ese momento, todo fue jugar con la glasa.

Para dar algo de profundidad a los dibujos y que no sean puramente esquemáticos, siempre podemos optar por añadir detalles decorativos, con rotulador alimentario, por ejemplo, como hice en este caso. Un par de carreteras empredradas, nubes, lluvia… esas pequeñas incomodidades que también hacen de Londres una ciudad única.

Tras acabar las galletas sentí una envidia tan envidiosa de mi amiga  y su marido que he decidido que un día de estos voy a hacer lo mismo. A Londres sólo he ido una vez, hace ya varios años y en una visita corta, y me fascinó completamente.

Recuerdo cómo me impresionó la National Gallery con sus sarcófagos egipcios, la Tate Modern, las tiendas fashion del SoHo, el mercado de Portobello Road, los pubs y la comida india. También recuerdo que pasamos mucho frío y que la habitación del hotel era de las peores de mi vida.

Así que voy a aprovechar que ahora lo tengo más cerca para organizar una escapadita -total, al frío ya me he acostumbrado-. Me doy cuenta de que así no voy a ahorrar nunca. Pero mientras el avión sube y sube, para llevarme a ver mundo, mientras hago mi elección entre el zumo de tomate o la copa de champán, no puedo evitar pensar con una sonrisa en los labios: que me quiten lo bailao.