Nunca hasta hoy había hecho una galleta antipática. Siempre procuro hacerlas apetecibles, monas, agradables, graciosas y a veces hasta con un poco de mala idea. Pero no sé por qué, nunca se me había ocurrido hacer una galleta antipática. Hasta que me puse a hornear a Piluqui y Cuquita.

Piluqui y Cuquita no son malas mujeres. Pero son de un tipo de pija que no soporto. De esa que se pone todo de marca, pero sólo de marca que se vea. Que quiere ser la más elegante y más moderna a la vez, que tiene una opinión formada sobre todas las cosas, que desprecia lo diferente. Y lo peor, que cada vez que puede suelta la frase más tonta que hay:

«Porque yo soy una señora».

Pues fíjese usted, que nunca he visto a una señora de verdad que necesite repetir continuamente esa frase.

Piluqui y Cuquita se creen las más listas, nunca hacen cola en ningún sitio. Como son tan modernas no tienen problema con los morenitos, los mariquitusos ni los panchitos. Aunque les cuesta mucho darles la mano con normalidad y raramente recuerdan sus nombres. Cada vez que algo les sale mal es culpa de los demás. No paran de criticar, lo malísimo que está todo, pero acaban votando siempre a los mismos.  Para llamar a alguien hacen chsssss; mastican chicle en la consulta del médico -por favor, tú que me lees, no lo hagas: lo odiamos- y el más mínimo malestar se convierte en drama nacional. Antes criticaban al que vivía con su pareja sin casarse; ahora critican al que se casa; por antiguo. Esas son Piluqui y Cuquita. Dos mujeres que en el fondo se aburren como ostras.

Me gusta pensar que en el mundo hay gente de todos los colores, formas y tamaños. Me encanta cuando alguien no es quien parece. El médico de las rastas. El peluquero que canta arias de Verdi. El ama de casa que recita Góngora. Me gusta que haya personas a las que les fascine el sabor a coco, las Kardashian, los Morancos. Que sepan de memoria todos los diálogos de Los Goonies, que digan que unos manolos de 14 centímetros son cómodos como alpargatas.

De hecho, incluso me gusta que existan mujeres como Piluqui y Cuquita. Que la gente me sorprenda, que ofrezca distintos puntos de vista, que me haga caer de mis propios prejuicios.

Porque ahí donde la veis, Piluqui hace unos callos a la madrileña tan buenos que llena tupperwares para media urbanización. Y sabe cantar igual que Estrella Morente.

Porque Cuquita cuida a su madre de noventa y dos años. Y le pone crema en la espalda todos los días, y le dice guapa.

Porque en esta bendita Tierra hay sitio para todos, y en todos lados cuecen habas.

Borja, como te “ajogues” te mato.
termínate primero el melón,
y luego las tres horas de la digestión,
hay que ver qué mal rato,
pero el niño no me quiere comer,
Borja, corazón,
te lo he dicho cienes y cienes
de veces, dobla esa toalla,
¡Qué hartura de playa!
(…)
¿Y tú cómo vas?
tienes mala cara,
no me digas más,
si yo te contara…
falleció mi suegro,
me operé del quiste,
¿tú me ves más triste?
Y me doy con un canto en los dientes
porque a la presente,
y, cruzando los dedos,
lo puedo contar,
aunque, gracias a Dios,
yo no soy creyente,
con lo que una ha visto,
y que Dios me perdone,
no hay que ser muy lista.
Pa mí… Jesucristo…
el primer comunista.

Extracto de la canción Como te digo una ‘co’ te digo la ‘o’
Letra: Joaquín Sabina y Oliver
Música: Joaquín Sabina y Véliz
Disco: 19 Días y 500 Noches (1999)