Los que pensáis que la vida es dura haréis bien en conocer la historia de Hércules, el mayor de los héroes griegos.
Hércules se casó con la princesa Megara, hija del rey de Tebas, y con ella tuvo tres hijos. Lejos de relajarse y echar panza, Hércules fue víctima de un ataque de locura y mató con sus propias manos a su mujer, hijos y dos de sus sobrinos. Feo, muy feo. Pero así es la mitología griega.
Arrepentido de su atrocidad se fue a consultar el oráculo de Delfos. El oráculo le recomendó ponerse bajo las órdenes del rey Euristeo -a la sazón hermano de Hércules y usurpador de su legítimo trono-, que tuvo sus dudas sobre las verdaderas intenciones de Hércules. Así que para deshacerse de él, decidió encomendarle los doce trabajos más imposibles que su imaginación le dictó.
Traer la piel del león de Nemea, conseguir el cinturón de Hipólita, matar a la hidra de Lerna… cada vez que Hércules llegaba con sus encargos cumplidos, el rey no daba crédito. Hasta que en el último de sus trabajos le hizo enfrentarse a la mismísima muerte; cuando Hércules regresó victorioso, Euristeo decidió regalarle su libertad. Bonito regalo, por otra parte.
A los que piensan que la vida es dura: sí. Durísima.
De todas las formas de leer esta preciosa historia, para mí la mejor es a través de un maravilloso cómic de 1972, Los doce trabajos de Hércules, de Miguel Calatayud. Un libro que estaba en mi casa desde antes de nacer yo, y que forma, para mis hermanos y para mí, parte imborrable de nuestra memoria colectiva y nuestras debilidades estéticas más arraigadas.
Los doce trabajos es mitología griega pura, contada con algunas de las más bellas ilustraciones pop que han llegado a mis manos.
Después de muchos años descatalogado, el libro se volvió a editar en el año 2010, aunque perdió en el camino su maravillosa portada original. Pero el trabajo de Miguel Calatayud es tan precioso que vale la pena igualmente.
Son unos dibujos tan bonitos, tan modernos, tan deslumbrantes, que desde aquí sólo puedo agradecer al autor su trabajo, y ofrecerle mis humildes disculpas por haber escogido sus ilustraciones para estrenar mi kopykake.
Por bajar a nivel de comestible uno de los mejores relatos de mitología de todos los tiempos.
No he podido resistirme.
Para hacer estas galletas he necesitado:
-Glaseado 10″ blanco roto para el borde (blanco con un toque de marfil)
-Glaseado 5″ blanco roto para el relleno (blanco con un toque de marfil)
-Rotulador alimentario de color negro de punta fina
Para hacer el contorno de los dibujos empleé un proyector con las imágenes del libro. Los detalles de cada figura los hice dibujando copiando del modelo.
Mi intención inicial era hacerlas pintando luego con icing negro encima, pero al ver el resultado me gustaron tanto que preferí dejarlas como estaban.
No he visto galletas más bonitas en mi vida. ¿Conoces el cómic de Peter Petrake que hizo Calatayud para la revista infantil Trinca, por esos mismos años? (jejejej)
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🙂
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