Recuerdo como muy divertidos los días que pasé probándome vestidos de novia junto a mi hermana M. y mi madre. Las tiendas de novia son generalmente algo pomposas, te rodean de espejos a lo Dama de Shangai y en algunas incluso te suben a un pedestal mientras una pobre señora se agazapa ahí abajo para llenar de alfileres un dobladillo eterno. Toda una experiencia. Uno de los vestidos que me probé me fascinó absolutamente, pero la imponente tela de flores de encaje dorado me pareció un poco demasiado, como si fuera para una princesa o una boda más importante que la mía; al final me compré uno que me encantaba pero más sencillo. Cobarde de mí.
Como ese vestidazo se me quedó en la retina y aún faltan más de dos años para que me lo compre -la fiesta de los 10 promete- he decidido que mientras tanto habrá de ser una galleta la elegante, dorada, imponente y digna de una boda principesca.
Las cookies de Pascua o Easter son un básico de cualquier aficionado a las galletas, y como otros años ya las hice de Easter Bunny tenía ganas probar algo diferente. Decidí emplear alguna técnica que fuese nueva para mí -en este caso, las flores doradas- dentro de un marco clásico: un huevito de Pascua coloreado con tonos pastel propios del Easter americano.
Una vez hecha la galleta y preparado el fondo empecé a dibujar flores siguiendo un par de tutoriales de los muchos que pululan por la red, aunque al final hice el mío propio. En mi opinión es una técnica en la que el aprobado se consigue con facilidad, pero el sobresaliente está más complicado; yo de momento al notable no llego, pero sé que estoy en el buen camino.
Terminadas las flores, comencé la segunda técnica nueva, la aplicación del dorado. Para ello necesité colorante en polvo y vodka en una minibotellita -el de botella grande sirve igual, pero desde que vi Thelma y Louise me moría de ganas de ir a una licorería a por una de estas y al fin he podido hacerlo-. Disfruté pintando galletas con pincel y en esta ocasión me gané el notable, menos mal. Pintar con dorado no es difícil, se hace así.
He de decir que no es una cookie particularmente fotogénica, es mucho más bonita al natural. El dorado cambia mucho según la luz que tengamos -obviamente- y con la luz del sol el resultado es bastante espectacular. Casi tan deslumbrante como ese vestido de novia de mi memoria.
Yo por si acaso te voy avisando, marido: no te olvides las gafas de sol.
Te van a hacer falta.
¡¡¡Pero esto es… ESPECTACULAR!!!
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