Me llamo Clara y soy adicta a las cookies.

Soy un verdadero desastre en la cocina. Me aburro mortalmente haciendo cualquier cosa. Cualquier cosa menos cookies.

Hace un par de años una amiga me arrastró a un curso de 2 horas de duración -y 65 dólares del ala- en el que enseñaban a decorar galletas; fui por no hacerle un feo. La profesora era una mujer bastante insoportable, de ésas que hablan de sí mismas en tercera persona. No me importó, en realidad nada importaba ya: la semilla de la sugar cookie estaba ahí. Salí de aquella clase con un churro de galletas en un plato (son mías, no lo oculto)  pero la chispa encendida.

Mis primeras cookies

Enseguida empecé a investigar, a bucear, era el hobby perfecto: concentración total para una actividad completamente banal. Con un lado científico, ensayo y error. Con ese toque creativo increíblemente ajustado a mi espíritu, más artesano que artista. Con el éxito asegurado gracias a mis dos preciosas hijas, que critican y devoran a partes iguales. Inmejorable, en definitiva, para una perfeccionista desatada como yo.

¡Vamos mejorando!

Desde entonces no exagero si digo que sueño con cookies. Paseo por la calle y las veo, galletas potenciales en cualquier rincón. Me piden que haga galletas imposibles y nunca digo no, fracaso mil veces pero lo sigo intentando. Hasta que salen.

Quizá en realidad esto es señal de psicosis irreversible. O exceso de tiempo libre. Da igual. No me importa mientras pueda seguir horneando y pintando cookies, poniendo orden en mis pensamientos y en mi vida a ritmo de galleta.

Ah, por cierto, también soy médico rehabilitadora.

Bienvenidos a doctorcookies.